miércoles, 30 de octubre de 2013

Crónica Rosa Elvira Cely

Cerré los ojos y deje que mi compañera de clase dirigiera mi caminata. Los nervios se apoderaban de mi cuerpo pues la tierra era movediza y todo lo que tocaba estaba húmedo. Los carros y las motos no dejaban de pasar y amenizaban el canto de los pajaritos. El lugar adornado con un jardín en forma de corazón, una tumba que tenía una placa negra y letras doradas dejaban claro el sitio en el que había muerto Rosa Elvira Cely. También había una vela blanca cerca, unos tronquitos de donde guindaban flores rosadas hechas en cartulina y a dos metros encontrábamos árboles que entre sus ramas dejaban ver una cascada. El lugar de día daba una sensación de calma y paz pero de noche se convierte en el lugar perfecto para que un crimen se demore en ser descubierto. Ese 24 de mayo después de ser violada, golpeada y torturada, Rosa que luchaba por su vida a toda costa, marco a la policía. Esta la encontró por el “ruido de la cascada” y de inmediato fue remitida al hospital Santa Clara. En donde el parte médico mostro que la mujer había sufrido un paro cardiaco, había perdido la conciencia, su pelvis y útero estaban rotos como consecuencia de un palo que le había sido introducido por el ano. Los culpables de este crimen atroz eran amigos de Rosa Elvira, Javier Velasco y Mauricio Ariza, quienes la noche anterior habían ido a chapinero, después de clases, a tomar cerveza con ella. Velasco se ofreció amablemente a llevarla a su casa y ella que confiaba en su amigo se subió a su moto inocentemente sin esperar una trágica noche. Un año y tres meses después nos dirigíamos un grupo de más de 20 estudiantes hacia la tumba de rosa que como leyenda tenía “ni una rosa más”. El 4 de agosto era un día frio y lluvioso, ningún tenía muchas ganas de salir del salón y menos a buscar en la inmensidad de un parque una tumba, teniendo en cuenta que con anterioridad solo habíamos leído unos artículos de Semana, El tiempo y El espectador. Todos salimos por la parte superior de la universidad pasamos una pequeña calle y llegamos a un puente, en donde nos dimos cuenta que era mejor llamar a los carabineros para que nos indicaran en donde quedaba el sitio. Cuando llegamos todos empezamos a reconstruir el hecho en nuestra cabeza, apoyándonos con lo que habíamos leído. ¿Sentimos como sintió Rosa Elvira? ¿Llegamos a sentir su grado de desesperación de estar muriendo en un lugar que de noche es poco transitado?. Las razones para que el sitio que de día se mostraba calmado y de noche se viera caótico eran muchas. Tierras movedizas, piedras y pequeños arbusto, cascada cerca, una pequeña vía que lo atravesaba y era solo uno de los muchos lugares que conformaban al Parque Nacional que van desde la calle 36 a la 39 y de la carrera séptima a la quinta. Lugar que después del asesinato, se volvió “famoso” para los capitalinos pues es visitado por muchas personas, quienes llevan flores, velas o decoraciones para la tumba. Quizás con el ánimo de protestar contra el maltrato femenino hacia la mujer, para que no sea un crimen olvidado como los muchos que suceden a diario en este país o por simple curiosidad.
Pero a un año después del asesinato no solo encontremos una tumba, las investigaciones siguieron su curso y los culpables fueron llevados a la cárcel. También se está tramitando la ley “Rosa Elvira Cely” que busca castigar con mayor ferocidad los feminicidios. Esto se busca concretar después de que estadísticas mostraran que en Colombia está en el tercer lugar a nivel latinoamericano con más casos de maltrato femenino (en el 2012 cada tres días una mujer fue violentada hasta la muerte). Por otro lado la familia de Rosa demando al estado por no haber atendido a la mujer a tiempo. Adriana Cely hermana de la víctima a intentado durante todo este año y tres meses reconstruir su vida y la de su sobrina de 12 años. No ha sido nada fácil volver a confiar en la gente y salir adelante. Siente que el crimen de su hermana quedo en impunidad y está siendo olvidado. Afirma también que la condena que está pagando Velazco de 48 años en la cárcel modelo, no le devolverá la vida de su hermana. Adriana tiene razón ni las velas, ni las flores, ni las caminatas, ni las leyes, ni la condena y tampoco la recordación que tiene el caso aliviara su corazón ni hará que en Colombia disminuyan el maltrato hacia la mujer. Ni las muchas noticias, reportajes o crónicas sobre Rosa Elvira lograran que ella resucite, solo nos contaran a pequeños rasgos como fue la muerte de esta mujer, que podríamos llamar heroína porque lucho hasta el final, pero no su vida. Aun queda en el tintero el relato que nos muestre como fueron esos 35 años de vida.

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